Sr. Lyle O. Reitzel en El Embajador, a Royal Hideaway Hotel para la campaña “The Guest List”, fotografiado por Scott Schuma
Durante años, LOR Contemporáneo ha venido apostando al arte moderno o contemporáneo caribeño, latinoamericano, y dominicano. ¿A dónde lo ha llevado, qué frutos han caído en este recodo del bosque, para alguien que apostó al arte de ruptura precisamente cuando no existía una propuesta similar en el país?
Ha pasado un largo tiempo desde que Lyle O. Reitzel, sentado detrás del aparador o mostrando la mercadería en su versión de lo que es un servicio personalizado, caminaba a lo largo y ancho de Atelier Gazcue, el negocio que su madre, Marcelle Brown, puso para brindar servicios y productos a lo que en aquel entonces era, si así se le puede llamar, una industria en ciernes… En aquel entonces Lyle era poco más que el hijo de doña Marcelle. Un chiquillo entre los mayores, nada tan sencillo como un jovencito entre mayores que buscaba su espacio: Lyle ya lo tenía, solo que él no lo sabía.
Pero iba haciéndose camino al andar por el tortuoso mundo del arte no moderno dominicano, un arte de yoryis y elsas, de guillos y Darios, de Adas y Dionisios. Pero el mundo cambia. Y Lyle estaba listo para impulsar esas transformaciones… de hecho, ya había comenzado aportando algo a la trinchera que, desde Gazcue (con “s” o con “z”… da igual), y junto a Cahobazul, se construyó allí.
En aquellos tiempos se trataba de una empresa para la cual la pasión era esencial. Imagino que no será la única. Pero en realidad, ¿cuántas empresas, medianas o grandes, sobrevivían atento a la pasión de su dueña y aquellos que la integraban por el arte, convirtiéndose así en una extensión más de tu familia, de tus amigos, un lugar donde ir y, si no se tenía nada mejor que hacer, siempre había un café a la mano para ti, y aquellos que vinieran contigo?
¿Se necesita realmente una respuesta?
Si… se necesita. La respuesta es como sigue: siempre han existido y siempre existirán las empresas de pasión, usted dirá… si no pregúntenle a Steve Jobs y agarren por ahí el amplio listado de empresarios apasionados… pero me refiero a esas empresas que no parecen empresas, que no parecen tener un cierre fiscal, que parecen no tener compromisos porque son empresas a quienes parece no importarle el bottom line.
Ustedes saben a qué me refiero… una empresa de esas que nunca, nunca-nunca, saldrían en una edición de The Best of DR de Revista Mercado. ¡Porque no le importaría!
Pero Atelier Gazcue (con “s”… o con “z”… da igual: creo que lo dije, yo me decanto por la “s”, así que ya no los canso más) era especial: aquel lugar era un desfile constante de lo mejor, lo más dilecto, de la plástica dominicana e internacional de aquel momento.
Allí fue donde Lyle creció, donde echó los dientes y aprendió todo lo necesario del arte; donde compró su primer cuadro (un García Cordero en la exhorbitante suma de veinte pesos, pagados, como es natural, a plazo), y donde empezó su relación de amor y vida con el arte moderno dominicano.
Lyle es un tipo de sonrisa fácil. Pero hay detrás de la fachada (que no por ser fachada es hipocresía) de una persona que tiene cualquier variable que entra por la puerta de su negocio calculada hasta su más mínima expresión, que en el negocio de galerista no es nada fácil. A él me une las búsquedas típicas a nuestra generación. Digamos que Lyle es un tipo sabe acomodar las cosas: las tragedias, el gozo, y también esos raros momentos en los que hay que ponerse a lo de uno: rentabilidad sin sacrificar lo intelectual. Lyle es un tipo que sabe pasarla bien. Pero también es una persona que sabe armar una exposición de diez personas sin que le de un cólico. Es decir, y como se oye en el “decir popular”: a Lyle “no se le aprieta el pecho”.
¿Por qué habría de hacerlo?
Hay que verlo: primero llama a España – donde viven sus hijas - luego a Estados Unidos – donde tiene una segunda galería – y luego le pone atención al negocio en el país. Todo al mismo tiempo, sin perder el tino ni la gracia.
A Lyle también las preocupaciones… esto último sin exagerar.
El vende sin que parezca. Es decir, vende sin vender. No hace el más mínimo esfuerzo en vender. Y eso, que no se cansa de afirmar que el negocio de las galerías es de los más difíciles que ha conocido. Cualquiera le creería, y ¿por qué no? Después de todo, él fue el primero. En aquellos tiempos, Raquel Paiewonsky, el propio García Cordero, más tarde Inés Tolentino, eran nombres conocidos, pero necesitaban galerías que se arriesgaran por sus obras, que se arriesgaran a tenerlos en sus rosters. La gente, y el público, no sabía de arte moderno excepto por unos cuantos iluminados… ya no decir de abrir un mercado inexistente. La labor de LOR fue tanto esta (abrir un mercado) como de hacerse cargo de artistas que necesitaban de un lugar donde creyeran que podían hacer lo que hoy se conoce como uno de sus logros… sea cual sea ese logro.
Todo panorama tiene los dos lados. Ese día nos fuimos en una… como si eso me costara trabajo. A Lyle no se… porque Lyle ha hecho y sigue haciendo muchas cosas. El rememora tiempos de agotamiento constante, en los que armaba y celebraba una exposición mensual. Ese es el pasado. “Viéndome a mi desde fuera, que ha sucedido desde nuestra apertura, en el 1995, ha sido el compromiso constante y renovado de este espacio de representar a un grupo de artistas con una estética particular”… Eso fue en la Plaza Andalucía. En aquel entonces Lyle le dio al artista nacional una voz.
Los pintores no entendieron. Después de todo, ¿quién le había dicho a Lyle, un chico de apenas unos treinta años, que él sabía del arte más allá de lo que había aprendido en Atelier Gazcue?
“Lo que quizá es que ellos mismos esperaban es que si yo iba a abrir una galería fuera apoyándolos a ellos”. Lyle dice que él no pensó en eso. Y le creo. De hecho, creo que muy poca gente, si hay alguien en realidad, toma eso en cuenta a la hora de poner un negocio. La distinción mercadológica atribuida a la segmentación es algo que ocurre luego. Cuando la marea de la pasión baja.
Lo que sucedió fue que Lyle fue a Paris en 1985, y visitó el estudio de García Cordero. Ahí fue donde se decidió todo. “Yo vi la obra de él, y mi responsabilidad histórica, como yo la asumo, me dictó que yo tenía que representarlo a él y a muchos otros. Y el resto es historia”.
Pero dicen que la historia la cuenta el que gana. Duval Carrié, Gustavo Acosta, Eleomar Puente, José Bedia, Raquel Paiewonsky, Raul Recio, imaginemos ese grupo de pintores en 1995.
Solidificar la propuesta: no solo entrar en el mercado nacional sino que sus precios se estandarizan. “De alguna manera nosotros regulamos el mercado de los artistas, de manera que la escena tuviera un orden, que fuera más rigurosa, de manera que el coleccionismo nos viera, pero no solo que nos viera, sino que estuvieran abiertos a eso”.
Lyle ha trabajado en la exposición que se ha armado sobre la marcha. y “se rearma y se le dan toques hasta que está lista… durante meses”. Para esta entrevista nos juntamos dos veces luego de muchos intentos fallidos. Esa exposición reúne artistas de la talla de Juan Mayí, pasando por Cruz Azazeta en una nueva etapa, y muchos otros. Es Lyle diciéndonos, como si tuviera que decirlo, que él está presente y que tiene cosas que mostrar, en una colectiva no solo ambiciosa por la multiplicidad de códigos que reúne, sino también por la cantidad de… personalidades.
La cantidad de egos.
Me paro a ver: un perro me mira desde una pared. Es un rostro cariñoso. Su mirada es humana. Está llena de humanidad. De piedad… pienso que ese perro es mucho mejor que muchos seres humanos, yo incluído.
Le digo esto a Lyle.
Le digo, también, que el perro parece saber algo que yo no se… sabio es el término que me viene a la mente, pero de alguna forma no resuena en mi. Parece que tampoco resuena mucho en Lyle.
El me dice: “te entiendo”.
Viene el tema obligado: la situación de las artes plásticas aquí en el país, desde la óptica de un galerista que además de ser el galerista que apostó al arte moderno cuando el mercado parecía que no estaba listo, marcando así un largo camino para que otros le siguieran, es alguien joven y de valores.
“Vamos forzados. Yo noto por ejemplo que hay fenómenos gastados aquí en el país, inclusive aquellos que tendrían que llevar la voz cantante no lo están haciendo. Olvídate de la Escuela Nacional de Bellas Artes, que opera con un pensum de 1938. Pues es más la actitud de artista – el parecerlo – que el serlo – trabajando”.
Y ya…
Parece que Lyle ha abatido mi pregunta en dos segundos. Permanecemos en silencio un minuto. Le pregunto que si acabó. El me dice que podría seguir hablando de cosas malas. Pero, ¿para qué?
Sin embargo, me quedan preguntas: y por supuesto, eso es aquí… imagino que la internet y las redes sociales hacen la diferencia. Pero, ¿cómo se maneja un artista con la necesidad de estar presente todo el tiempo para ir a trabajar cuando tiene que hacerlo, que es todo el tiempo? Otra cosa: ¿cómo se hace los artistas con las copias… que es otro confín, que es otro mundo, uno interconectado y que sin embargo ahora más que nunca tenemos más copias de estilos y códigos de otros artistas, y es una industria de por si?
Lyle: “un artista tiene que ser un intelectual… para ser, para expresar, para ser voz de los que no tienen voz. Un artista tiene que oir buena música, diversa y buena, un artista tiene que leer buenos libros, tiene que consumir arte bueno para concebir un cuerpo de trabajo que le ayude a su vez a explicarse el mundo de manera satisfactoria para él”.
Parece que me irá mal…
Lyle prosigue: “los artistas de antes tenían ideas, esa es la diferencia. Ellos tenían discursos que venían de la lectura de mucho material, de sus luchas políticas, de que no existía la internet, tu contacto con las causas públicas tenía que ser en directo.”
La conversación sigue… pero de alguna forma nos desviamos, como siempre sucede, hacia los chismes que tanto divierten, evitando así entrarle a la Plaza de la Cultura, al MAM, al rigor que hay que tener para exponer, y de por qué su galería… pero no, no voy a caer en eso. Me retiré, dejándolo con su exposición y ese talento para bregar con egos, y esa mirada furtiva que parece decir que todo está bien, aunque sabemos que no.
Contemporary LOR | Lyle O. Reitzel / Interview
For years, LOR Contemporáneo has been betting on modern or contemporary Caribbean, Latin American, and Dominican art. Where has it taken it, what fruits have fallen in this corner of the forest, for someone who bet on the art of rupture precisely when there was no similar proposal in the country?
It has been a long time since Lyle O. Reitzel, sitting behind the dresser or showing the merchandise in his version of what is personalized service, walked the length and breadth of Aterlier Gazcue, the business that his mother, Marcelle Brown, put to provide services and products to what was then, if you can call it, a budding industry ... At that time Lyle was little more than the son of Dona Marcelle. A boy among the elders, nothing as simple as a young man among the elders who sought his space: Lyle already had it, only he did not know it.
But he was making his way as he walked through the tortuous world of non-modern Dominican art, an art of yoryis and elsas, of guillos and Darios, of Adas and Dionysos. But the world changes. And Lyle was ready to promote these transformations ... in fact, he had already started contributing something to the trench, which, from Gazcue (with "s" or "z" ... does not matter), and along with Cahobazul, was built there.
In those days it was a company for which passion was essential. I imagine that it will not be the only one. But in reality, how many companies, medium or large, survived attentive to the passion of its owner and those who integrated it for art, thus becoming an extension of your family, your friends, a place to go and, if you had nothing better to do, there was always a coffee at hand for you, and those who came with you?
Do you really need an answer?
If it's necessary. The answer is as follows: there have always been and will always exist companies of passion, you will say ... if you do not ask Steve Jobs and grab the wide list of passionate entrepreneurs ... but I mean those companies that do not look like companies, They seem to have a fiscal closure, which seems to have no commitments because they are companies that do not seem to care about the bottom line.
You know what I mean ... a company that never, never-never, would come out in an edition of The Best of DR Market Magazine. Because he would not mind!
But Atelier Gazcue (with "s" ... or with "z" ... does not matter: I think I said it, I prefer the "s", so I do not wear it anymore) was special: that place was a constant parade of the best, the most beloved, of the Dominican and international art of that time.
That's where Lyle grew up, where he clenched his teeth and learned everything necessary about art; where he bought his first painting (a García Cordero in the exorbitant sum of twenty pesos, paid, as is natural, for a term), and where his relationship of love and life began with modern Dominican art.
Lyle is a kind of easy smile. But there is behind the façade (which is not hypocrisy because it is a facade) of a person who has any variable that goes through the door of his business calculated to its smallest expression, which in the gallerist business is not easy. He unites typical searches with our generation. Let's say that Lyle is a guy who knows how to put things right: tragedies, joy, and also those rare moments in which one has to put oneself at one's expense: profitability without sacrificing the intellectual. Lyle is a guy who knows how to have fun. But he is also a person who knows how to put together an exhibition of ten people without giving him a colic. That is to say, and as one hears in the "popular saying": Lyle "does not squeeze his chest".
Why would I do that?
You have to see it: first he calls Spain - where his daughters live - then the United States - where he has a second gallery - and then he pays attention to the business in the country. All at the same time, without losing the sense or the grace.
To Lyle also the worries ... the latter without exaggeration.
He sells without appearing. That is, sell without selling. It does not make the slightest effort to sell. And that, that does not tire of affirming that the business of the galleries is one of the most difficult that has known. Anyone would believe him, and why not? After all, he was the first. In those days, Raquel Paiewonsky, García Cordero himself, later Inés Tolentino, were well-known names, but they needed galleries to risk their works, to risk having them on their rosters. The people, and the public, did not know about modern art except for a few illuminated ... and not to open a non-existent market. The work of LOR was both this (open a market) and take over artists who needed a place where they believed they could do what is now known as one of their achievements ... whatever that achievement.
Every odo panorama has both sides. That day we went in one ... as if that cost me work. I do not know Lyle ... because Lyle has done and continues to do many things. He remembers times of constant exhaustion, in which he armed and celebrated a monthly exhibition. That is the past. "Seeing me from outside, which has happened since our opening, in 1995, has been the constant and renewed commitment of this space to represent a group of artists with a particular aesthetic" ... That was in Plaza Andalucía. Back then Lyle gave the national artist a voice.The painters did not understand. After all, who had told Lyle, a boy in his early thirties, that he knew about art beyond what he had learned in Atelier Gazcue?"What maybe they were waiting for themselves is that if I was going to open a gallery outside supporting them." Lyle says he did not think about that. And I believe him. In fact, I think that very few people, if there is anyone in fact, take that into account when it comes to starting a business. The marketing distinction attributed to segmentation is something that happens later. When the tide of passion falls.What happened was that Lyle went to Paris in 1985, and visited García Cordero's studio. That's where everything was decided. "I saw his work, and my historical responsibility, as I assume it, dictated that I had to represent him and many others. And the rest is history".But they say that history counts the one who wins. Duval Carrié, Gustavo Acosta, Eleomar Puente, José Bedia, Raquel Paiewonsky, Raul Recio, let us imagine that group of painters in 1995.Solidify the proposal: not only enter the national market but their prices are standardized. "In some way we regulated the market of the artists, so that the scene had an order, that was more rigorous, so that the collector would see us, but not only to see us, but to be open to that".Lyle has worked on the exhibition that has been assembled on the fly. and "he rearms and touches her until she's ready ... for months." For this interview we met twice after many failed attempts. This exhibition brings together artists of the stature of Juan Mayí, including Cruz Azazeta in a new stage, and many others. It is Lyle telling us, as if he had to say it, that he is present and that he has things to show, in a collective not only ambitious by the multiplicity of codes he gathers, but also by the number of ... personalities. The amount of egos.I stop to see: a dog looks at me from a wall. It is a loving face. His look is human. It is full of humanity. Of pity ... I think that dog is much better than many human beings, myself included.I tell this to Lyle.I tell him, too, that the dog seems to know something that I do not know ... wise is the term that comes to my mind, but somehow it does not resonate with me. It seems that it does not resonate much in Lyle either.He tells me: "I understand you."The obligatory subject comes: the situation of the plastic arts here in the country, from the perspective of a gallerist who besides being the gallery owner who bet on modern art when the market seemed not ready, marking a long way for others Follow him, he is someone young and of values."We're forced. I notice for example that there are phenomena spent here in the country, even those who would have to take the lead are not doing it. Forget about the National School of Fine Arts, which operates with a 1938 curriculum. For it is more the attitude of an artist - apparently - than being - working. "And that's it…It seems that Lyle has dropped my question in two seconds. We remain silent for a minute. I ask him if it's over. He tells me he could keep talking about bad things. But for what?However, I still have questions: and of course, that is here ... I imagine that the internet and social networks make the difference. But how does an artist handle the need to be present all the time to go to work when he has to do it, which is all the time? Another thing: how artists are made with the copies ... which is another border, which is another world, an interconnected one and that however now more than ever we have more copies of styles and codes of other artists, and it is an industry of yes?Lyle: "an artist has to be an intellectual ... to be, to express, to be the voice of those who have no voice. An artist has to listen to good music, diverse and good, an artist has to read good books, he has to consume good art to conceive a body of work that will help him to explain the world in a way that is satisfactory for him ".It seems that I will go wrong ...Lyle continues: "the artists of before had ideas, that is the difference. They had speeches that came from reading a lot of material, from their political struggles, that the internet did not exist, your contact with public causes had to be live. "The conversation continues ... but somehow we deviate, as always happens, to the gossip that they enjoy so much, avoiding entering the Plaza de la Cultura, the MAM, the rigor that you have to expose, and why your gallery ... but no, I'm not going to fall for that. I retired, leaving him with his exposure and that talent to deal with egos, and that furtive look that seems to say that everything is fine, although we know it is not.