Por Odalís G. Pérez
Académico de número de la Academia Dominicana de la Lengua | Profesor de Narrativas Hispánicas del Siglo XX y de Literaturas Postcoloniales en el Caribe | Profesor, investigador, poeta y crítico literario.
En el campo de la crítica y la teoría del arte, la relación entre el creador, el producto y el espectador se hace cada vez más necesaria, habida cuenta de las posibilidades que dicha relación implica en el contexto de la lectura visual. Depende esta relación, a su vez, del encuentro real y significativo de la productividad figural, cuyo fundamento es la cultura donde los signos vinculan ideas y significaciones artísticas.
Es cierto que todo producto visual reviste un reconocimiento estético que conduce, en los casos particulares, a un modo de expresión y un modo de significación, cuyos referentes se explican o se muestran en la obra visual misma. El discurso figurativo es la expresión de lo icónico en perspectiva estético-sensible, lo que implica una coactuación texto-visual, al tiempo que una doble invención, esto es, una figuralidad entendida desde el producto artístico o una figuralidad extendida desde el creador visual hacia el espectador o receptor. Ambas constituyen la significación real e imaginaria de todo gesto artístico-visual, siendo así que la ficción generadora de toda estructura figurativa, emite los fragmentos que se reconocen en el proceso figurativo.
Conviene entender que las fases de reconocimiento de la configuración artística, pronuncia los elementos que constituyen la significación figurativa misma. La crítica será entonces un espacio intelectual estético-valorativo de altas conjunciones culturales, pero también de tipos de comunicación que sirven de enlace y modalidad de una expresión particular (El Nacimiento de Venus, Los Caprichos, La virgen y el niño, Guernica, El guitarrista, El gran vidrio, y otras).
Toda crítica del discurso figurativo impone sus relaciones como intención y necesidad de un acto estético productivo, que servirá de base a un modelo psicológico de la expresión estético-figural. Dicho modelo, exige varios niveles de apreciación, formulables a partir de la interacción obra-artista-espectador.
Muchas son las circunstancias en que un objeto de arte evoca sus variadas líneas psicológicas y estéticas, como aspectos que sirven para construir y orientar la significación de todo registro estético-visual. A partir de los años 60 y aun antes, tanto la crítica como la teoría del arte, se pronunciaron para crear y motivar una renovación de tipo conceptual que hiciera viable la nueva práctica artística. Así, el conjunto de elementos que entran en el marco de aceptación, rechazo o asimilación de los contenidos artísticos, particularizan universo y lenguaje en el marco de la unidad significativa del discurso figurativo.
El campo cognitivo del arte, hizo posible, desde la ruptura posestructuralista y tardomoderna las diversas interacciones, así como las diferentes capacidades de registrar figurativamente las significaciones artísticas. De esta manera, todas las hechuras artísticas y publicitarias, entraron en el marco de una nueva estética figural y texto-icónica, pero además, en el orden de una nueva comprensión de los nuevos productos artísticos. Así las cosas, el diseño, la pintura, arquitectura, fotografía, objetología, cine y otros, se reconocen como sistemas o interpretantes de una cultura de los signos.
Las vanguardias artísticas crearon un nuevo teatro de participación y rutarios a través de diversas tendencias, movimientos e ideas que reclamaron su lugar en el marco de comprensión de mensajes figurativos y neofigurativos. Las nuevas tendencias y movimientos estéticos del siglo XX, reconsideraron y rearticularon la concepción de la obra de arte, entendida como mercancía y como renovación de la superficie o sintaxis del arte contemporáneo, a partir del expresionismo, dadaísmo, cubismo, futurismo, suprematismo y otras manifestaciones estéticas, de tal manera que se creó una nueva función del arte y la figuración inductiva para la época electrónica, post-atómica y digital.
Los procesos de reconocimiento de la imagen actual, articulan nuevos mensajes y nuevos lenguajes, a través de la representatividad, los usos críticos en la interpretación de mensajes figurativos y neo-figurativos. Tanto la visión particular, así como la visión general de toda obra de arte, adquiere su vida estética en la sociedad, pero también en la historicidad de los signos artísticos, de tal manera que la obra expresa la intuición temática, el estilo del producto, el productor y el espectador.
Cuando se habla del discurso de la crítica, se asiste a un tipo de elaboración, al tiempo que a una deconstrucción de la sustancia y las formas artísticas en texto y en contexto. De suerte que la relación analítica, existe como elemento de necesidad, pero al mismo tiempo como elemento de enlace o nexo orgánico, que se expresa en la relación arte-cultura, arte-comunicación y arte-historia.
Se promueven las ideas estéticas, pero al mismo tiempo las variables estilísticas a partir de las cuales la obra figurativa funciona y se entiende como texto visual, esto es, como conjunción de relatos o ficciones que constituyen el universo mismo de la obra. El funcionamiento de un texto artístico, entonces, produce la crítica como necesidad y como búsqueda de estructuras, funciones, idealidades, narración y archivo, que desde el arte post-renacentista, se tienen como posibilidades de un orden teorético de la figuralidad.
Desde este proceso recesivo, el encuadre figurativo o artístico-visual se reconoce en los criterios significativos de los mensajes y fenómenos estético-visuales particularizados.
Criticism of figurative discourse In the field of art criticism and theory
By Odalís G. Pérez
Academic of number of the Dominican Academy of the Language | Professor of 20th Century Hispanic Narratives and Postcolonial Literatures in the Caribbean | Professor, researcher, poet and literary critic
In the field of art criticism and theory, the relationship between the creator, the product and the viewer becomes increasingly necessary, given the possibilities that this relationship implies in the context of visual reading. This relationship, in turn, depends on the real and significant encounter of figural productivity, the foundation of which is the culture where signs link ideas and artistic meanings.
It is true that every visual product has an aesthetic recognition that leads, in particular cases, to a mode of expression and a mode of meaning, the referents of which are explained or shown in the visual work itself. Figurative discourse is the expression of the iconic in an aesthetic-sensitive perspective, which implies a text-visual coercion, as well as a double invention, that is, a figurality understood from the artistic product or a figurality extended from the visual creator towards the viewer or receiver. Both constitute the real and imaginary significance of all artistic-visual gestures, being that the fiction that generates all figurative structures emits the fragments that are recognized in the figurative process.
It is important to understand that the phases of recognition of the artistic configuration pronounce the elements that constitute the figurative meaning itself. Criticism will then be an aesthetic-evaluative intellectual space of high cultural conjunctions, but also of types of communication that serve as a link and modality of a particular expression (The Birth of Venus, The Caprices, The Virgin and the Child, Guernica, The guitarist , The big glass, and others).
All criticism of figurative discourse imposes its relations as intention and need for a productive aesthetic act, which will serve as the basis for a psychological model of aesthetic-figural expression. This model requires several levels of appreciation, formulable from the work-artist-spectator interaction.
There are many circumstances in which an art object evokes its various psychological and aesthetic lines, as aspects that serve to construct and guide the meaning of any aesthetic-visual register. Beginning in the 1960s and even earlier, both art criticism and theory came out to create and motivate a conceptual renewal that would make the new artistic practice viable. Thus, the set of elements that fall within the framework of acceptance, rejection or assimilation of artistic content, particularize the universe and language within the framework of the significant unity of figurative discourse.
The cognitive field of art made possible, from the post-structuralist and late modern breakdown, the various interactions, as well as the different capacities to figuratively register artistic meanings. In this way, all the artistic and advertising works were made within the framework of a new figurative and text-iconic aesthetic, but also in the order of a new understanding of the new artistic products. Thus, things, design, painting, architecture, photography, objectology, cinema and others, are recognized as systems or interpreters of a culture of signs.
The artistic avant-gardes created a new theater of participation and routes through various trends, movements and ideas that claimed their place within the framework of understanding figurative and neo-figurative messages. The new trends and aesthetic movements of the 20th century reconsidered and rearticulated the conception of the work of art, understood as merchandise and as a renewal of the surface or syntax of contemporary art, based on Expressionism, Dadaism, Cubism, Futurism, Suprematism and others. aesthetic manifestations, in such a way that a new function of art and inductive figuration was created for the electronic, post-atomic and digital age.
A new sensitivity is built, while new concepts and fields of perception are produced where the thematic, formal and conventional universes of figurative and neo-figurative productivity work. The new visuality, that is, the creation that becomes meaningful through icons, indexes, symbols and metaphors based on models of form, dabbling in its process with formal variety and formulas for interactive and sensitive communication.
The processes of recognition of the current image articulate new messages and new languages, through representativeness, critical uses in the interpretation of figurative and neo-figurative messages. Both the particular vision, as well as the general vision of any work of art, acquires its aesthetic life in society, but also in the historicity of artistic signs, in such a way that the work expresses the thematic intuition, the style of the product, the producer and the viewer.
When speaking of the discourse of criticism, there is a type of elaboration, as well as a deconstruction of the substance and the artistic forms in text and in context. So that the analytical relationship exists as an element of need, but at the same time as an element of link or organic link, which is expressed in the relationship between art-culture, art-communication and art-history.
Aesthetic ideas are promoted, but at the same time the stylistic variables from which the figurative work works and is understood as a visual text, that is, as a conjunction of stories or fictions that constitute the very universe of the work. The functioning of an artistic text, then, produces criticism as a necessity and as a search for structures, functions, ideals, narration and archives, which, from post-Renaissance art, have as possibilities of a theoretical order of figurality.
From this recessive process, the figurative or artistic-visual framing is recognized in the significant criteria of the particular aesthetic-visual messages and phenomena.
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