GALERIA: Mamey / Eddy Guzmán | 24-05 / 29-07 | 2018
Marianne de Tolentino | ADCA / AICA
Durante un brevísimo tiempo, pensamos que nos habíamos equivocado y que era la propuesta pictórica de un autor ignoto. Pronto, sucedió el retorno a la realidad, viniendo esas obras, fascinantes e inéditas, de un artista dominicano, experimentado, fuerte, polifacético en su expresión plástica. Era Rafael Pérez Concepción, alias Chepe como mejor le conocemos y queremos.
Era, según nuestras propias palabras, ese dueño de “un realismo fantástico poderoso, colindando con el expresionismo”, el cual jamás carecía de un mensaje social, histórico y/o crítico.
Sin embargo, ante la colección y exposición de hoy, ante una expresión abstracta declarada y de colorido embriagador, recordamos que Chepe, desde sus inicios, se ha manifestado como impredecible y totalmente libre en sus nuevas perspectivas creadoras, ¿no llegó él a construir unos juguetes, tan llenos de humor como de simpatía?
La secuencia que Chepe presenta en la excelente Galería Mamey / Eddy Guzmán, explora soluciones formales y cromáticas diferentes, complejas a menudo, que, más allá de la geometría sensible, pertenecen a una geometría lírica, de paleta riquísima, transparente, sutil… hasta sofisticada. Ante estas pinturas, recordamos unas palabras de Mondrián: “Inconscientemente, todo artista verdadero ha sido emocionado por la belleza de las líneas y de los colores, por sus relaciones mutuas, más que por lo que representan”.
Hoy, Rafael Pérez Concepción –¡no anulemos su estado civil!- deja de representar, pero, efectivamente, exalta la belleza de líneas y colores, de sus relaciones mutuas. Las formas angulares, acompasadas o confrontadas, se despliegan, se encuentran, se detienen, se interpenetran..
En horizontales y verticales, precipitaciones diagonales o apretadas paralelas lineares, vemos que elementos, ritmos, gestos, posiciones, oposiciones se construyen, pero dialogan y se controlan. Hay un equilibrio impresionante. De repente una sugerencia de volumen e ilusión arquitectónica se escapa, aunque sin romper con la coherencia y armonía del conjunto.
Chepe domina la disposición de los componentes en la superficie, de manera espontánea y concebida a la vez. No se trata solamente de un sistema, de una reiteración, cada cuadro tiene su propia organización, lo que no es evidente en
un contexto geométrico, tan depurado y riguroso.
Ahora bien, interviene la seducción del color. Muy raras veces, hemos encontrado con tanta intensidad y refinamiento. , “el bello fruto de la luz “ –como Guillaume Apollinaire calificaba el color-. Hay tonalidades exquisitas… es la palabra que conviene a estos matices delicados de muy poca frecuencia en la paleta pictórica. La poética del color, con acordes y disonancias –se desliza hasta una correspondencia sonora… que evoca partituras pianísticas de Debussy- confiere una emoción especial al contemplar estas obras.
Carlos Francisco Elías se refería a una “búsqueda insaciable”. Ciertamente… e ignoramos si sucederá una próxima (trans)mutación estilística. Ahora, sencillamente, disfrutamos la geometría lírica de Rafael Pérez Concepción, de nuestro Chepe, ¿irreductible e infinito?
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