Pare de sufrir
Pulsiones que buscan armonía.
Quisiéramos hablar de un orden, pero Santo Domingo no lo tiene. Podríamos decir, incluso, que como la gran mayoría de ciudades latinoamericanas, arrasadas por los procesos coloniales, dictaduras y democracias que todavía no terminan de llegar tenemos modernización sin modernidad. Hay ahí, entonces, una falta, una falla constitutiva en aquello que entendemos como lo social dentro de nuestras realidades, y es quizás por esto que incluso tenemos que inventarnos desde los espacios creativos formatos que nos proyecten maneras de supervivencia. Exploraciones y manifestaciones artísticas que nos ayuden a "parar el sufrimiento" que genera el descontrol acumulado en el devenir histórico. Inventar maneras de hablar críticamente sobre lo que hemos aprendido a olvidar por la poca estimulación de la memoria, por los propios procesos de adoctrinamiento que en la comprensión de los cuerpos que tenemos, por ejemplo, perpetúan un desordenado modelo de producción de sentidos. Sufrimiento con lo que nuestras identidades rotas significan y de cómo hemos sido cómplices de su depósito en un flujo amnésico muchas veces generalizado en un ensimismamiento como efecto de las circunstancias que atraviesan interseccionalmente lo que podríamos llamar, ahora, como presente.
La apuesta de Patricia Castillo (Patutus) reconoce este desconcierto que habitamos para regalarnos mantras que nos hagan despertar al grito de una ciudad y sociedad que nos refleja en una idea de isla caribeña confundida en sí misma por su vaivén constante y violento: en el grito de los cobradores de las guaguas, en el grito de los olvidados por la macropolítica, en los gritos del bochinche del barrio de donde hemos venido y sobrevivido ante una exclusión naturalizada en lo que entendemos como comunidad.
Esta exposición podríamos entenderla, desde mi manera de ver, como el recorrido de un pensamiento visual dominicano que en medio de un debarajuste nos exige una pausa crítica al caos que nos funda por lo desordenados que somos. La artista va trazando líneas que destellan luces individuales para desde esa geometría ofrecer un horizonte que nos permita vernos, de frente y no ignorarnos más entre nosotros mismos. Pero para ello necesitaríamos un frenón en la aceleración de lo cotidiano, en como nos relacionamos con los demás, con nosotros mismos y con el ambiente. Aquí Patutus va dibujando, diseñando e instalando composiciones que configuran nuevas funciones para los puntos que nos alteran los planos. Destella con destreza y expresión minuciosa la dinámica de su manera de comprensión poética, donde la materialidad está distribuida potenciando transformaciones a los mismo límites de las formas artísticas que dispone en esta exhibición.
Desde una estrategia dialoga y propone una comunicación entre el color en su presencia y ausencia. Promoviendo más allá de lo binario circunstancias que ven en lo espiritual una opción para decir desde la instalación aquello que habitamos y es intangible. La artista tiene una experiencia donde puede lograr disponer las piezas en el espacio para logra construir una experiencia particular en relación a su manera de mirar. Zigzagueando por recuerdos y memorias personales que con atención podríamos encontrar en tanto nos ubicamos en la emoción universal de lo humano y sus opacidades.
La artista compone melodías que en relación al color niegan la misma historia de verticalidad de las líneas porque es un cuerpo femenino racializado el que imaginará estos mapas-tejidos que pierden su origen para inventar otros que promuevan el flujo visual y hasta energético de la experiencia estética. Los hilos operan en algunas piezas como narrativas de historias y emociones. Algunas aprendidas por vía humana o mediante la máquina -la televisión- promoviendo una identificación de las mismas y la ubicación de estas en su valor positivo o negativo. Estas narraciones aparecen de manera circular porque en su materialidad insisten en repetirse como ciclos de la vida misma. Así mismo van apareciendo nuevas formas geométricas que triangulan las fuerzas contenidas en lo que nos dirá eso que somos en realidad, más allá de la percepción del otro sobre nosotros o el entorno social donde nos desarrollamos.
Es el desplazamiento del color, también, un motor importante a reconocer en la medida que nos dice de las fluctuaciones de pieza en pieza mostrando su posibilidad de representatividad de las oscuridades que nos habitan para interrogarnos directamente intentando saber qué estamos haciendo al respecto como individualidades pero también como colectividad en relación a ese desconcierto que habitamos. Así Patutus nos motiva a vivir una experiencia con las formas desde una serie de instalaciones que le permiten desarrollar este trabajo, logrando una armonía que se resiste a perpetuar la falta de orden en la que nos desenvolvemos, pero que también resistimos.
Stop suffering
Pulsions that seek harmony.
We would like to talk about an order, but Santo Domingo does not have it. We could even say that, like the vast majority of Latin American cities, devastated by colonial processes, dictatorships and democracies that have not yet arrived, we have modernization without modernity. There is, then, a lack, a constitutive failure in what we understand as the social within our realities, and this is perhaps why we have to invent from the creative spaces formats that project us ways of survival. Explorations and artistic manifestations that help us to "stop the suffering" that generates the uncontrolled accumulation in the historical evolution. To invent ways of speaking critically about what we have learned to forget because of the little stimulation of memory, because of the processes of indoctrination that in the understanding of the bodies we have, for example, perpetuate a disordered model of the production of meanings. Suffering with what our broken identities mean and how we have been accomplices of their deposition in an amnesic flow often generalized in a self-absorption as an effect of the circumstances that intersect intersectively what we could call, now, as present.
The bet of Patricia Castillo (Patutus) recognizes this confusion that we inhabit to give us mantras that make us wake up to the cry of a city and society that reflects us in an idea of Caribbean island confused in itself by its constant and violent swing: in the cry of the collectors of the guaguas, in the cry of the forgotten by the macropolitics, in the cries of the bochinche of the neighborhood from where we have come and survived before a naturalized exclusion in what we understand as a community.
This exhibition could be understood, from my way of seeing, as the journey of a Dominican visual thought that in the midst of a debarajuste requires us a critical pause to the chaos that we found because of the disorganized that we are. The artist is drawing lines that flash individual lights so that from that geometry we can offer a horizon that allows us to see ourselves, in front and not ignore ourselves more among ourselves. But for this we would need a slowdown in the acceleration of the everyday, in how we relate to others, to ourselves and to the environment. Here Patutus is drawing, designing and installing compositions that configure new functions for the points that alter the planes. Flashes with skill and meticulous expression the dynamics of his way of poetic understanding, where materiality is distributed, promoting transformations to the very limits of the artistic forms available in this exhibition.
From a strategy dialogues and proposes a communication between color in its presence and absence. Promoting beyond the binary circumstances that see in the spiritual an option to say from the installation what we inhabit and is intangible. The artist has an experience where she can manage to arrange the pieces in the space in order to build a particular experience in relation to her way of looking. Zigzagging for memories and personal memories that we could find with attention as we place ourselves in the universal emotion of the human and its opacities.
The artist composes melodies that in relation to color deny the same story of verticality of the lines because it is a racialized female body that will imagine these maps-tissues that lose their origin to invent others that promote the visual and even energetic flow of the aesthetic experience . The threads operate in some pieces as narratives of stories and emotions. Some learned through human or machine-television-promoting an identification of them and the location of these in their positive or negative value. These narratives appear in a circular manner because in their materiality they insist on repeating themselves as cycles of life itself. Likewise, new geometric forms appear that triangulate the forces contained in what will tell us what we are in reality, beyond the perception of the other about us or the social environment in which we develop.
It is the displacement of color, also, an important motor to recognize as it tells us of the fluctuations from piece to piece showing its possibility of representing the darknesses that inhabit us to interrogate us directly trying to know what we are doing about them as individuals but also as a collective in relation to that confusion we inhabit. So Patutus motivates us to live an experience with forms from a series of facilities that allow you to develop this work, achieving a harmony that refuses to perpetuate the lack of order in which we live, but also resist.