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ANGEL RIVERA: ARS / Gallery / Arte San Ramón" / La mirada, más allá del instante preciso"

  • Foto del escritor: OCA | News
    OCA | News
  • 30 ago
  • 7 Min. de lectura

Por María Elena Ditrén Flores 

Dra. en Arte: producción e investigación


Ángel Ricardo Rivera dice en sus propias palabras que en sus fotografías “le sigue el curso al sol”, estableciendo de algún modo, una conexión con la mirada del artista impresionista al buscar capturar la esencia efímera de la luz, para retratar, en su caso, las cosas más allá del instante preciso.



  OCA|News     Angel Ricardo Rivera / ARSGallery / Agosto 28, 2025 / Nacional




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Su enfoque en formas orgánicas y fragmentadas se aleja de la representación fija y estática de la realidad, en favor de una visión dinámica que refleja la constante fluidez del entorno. Este tratamiento de la forma y de la luz lo acerca a la crítica de John Berger, artista y crítico de arte británico que ha marcado su obra y su pensamiento artístico, en lo relativo a la objetividad en el arte. Sobre ésta sugiere que la percepción es un proceso subjetivo, influenciado por la posición del espectador en relación con el objeto.


El análisis de la obra de Ricardo Rivera desde la perspectiva de los modos de ver de Berger revela una seducción por la exploración de la luz, la percepción y la subjetividad, tanto en la obra de Ricardo como en la crítica visual del teórico británico. Las palabras de Rivera declaran, implícitamente, que su interés no solo implica un seguimiento literal del movimiento solar, sino que también sugiere una reflexión sobre la dinámica y la transitoriedad de la luz, elemento que, en su obra, se convierte en un vehículo para el conocimiento, la memoria y la identidad; a partir de la profunda reflexión de Berguer sobre cómo la percepción visual está intrínsecamente ligada a factores sociales, culturales e históricos, y cómo estos factores influyen en la interpretación del arte, más allá de la mera percepción formal, dado que el acto de mirar no es simplemente una experiencia objetiva, sino un proceso cargado de subjetividad, en el que los contextos de poder, ideología y cultura juegan un papel fundamental en la construcción del significado. Uno de los puntos clave de su análisis es la crítica a la concepción tradicional del “objeto visual” como una realidad autónoma e inmutable, independiente del espectador. Por tanto, lo que el espectador ve no es un reflejo neutral de la realidad, sino el resultado de un complejo entramado de influencias sociales y culturales.


Con relación a este modo de percepción, impacta la mirada del espectador la forma particular en que Rivera presenta, por ejemplo, su “Gioconda”, una mirada transgresora y subvertida, donde el cuerpo, y la cultura se entrelazan de manera compleja y a veces desafiante. Tan desafiante y retador como estudiar la luz de una obra icónica del arte universal y de una época donde la luz es fundamental en la construcción de la imagen. Por ello, en las obras de Rivera el espectador aprecia conscientemente las múltiples capas de significado y la construcción del sentido en la obra de arte. Y, al “seguir el curso del sol”, refleja la luz, la historia, la identidad y la memoria fragmentadas; cuestiones siempre presentes en sus obras, pero que, al igual que la luz no son estáticas, mutando, en algunos casos, llegando casi a la abstracción.


La referencia de Rivera a la Gioconda, una de las obras más icónicas del arte occidental, es significativa no solo por el desafío a la representación clásica de la figura humana, sino también por la forma en que subraya las intersecciones entre el cuerpo, la cultura y la memoria. La mirada de Rivera hacia este ícono histórico subraya su constante reflexión sobre las relaciones entre lo visible y lo invisible, lo presente y lo ausente. En sus obras, la luz no se limita a iluminar; al contrario, se convierte en una fuerza que fragmenta y revela, que disuelve las formas para ofrecer una visión más compleja, más matizada, de la realidad. Su trabajo se caracteriza por un tratamiento orgánico y fragmentado de las formas, lo cual se aparta de la representación estática y fija de la realidad tradicionalmente entendida en el arte clásico. En este sentido, su enfoque resuena con las críticas de Berger a la objetividad en el arte, al sugerir que la percepción visual no es una verdad universal e inmutable, sino una experiencia subjetiva determinada por la interacción del espectador con la obra. La luz, en este contexto, deja de ser un simple fenómeno físico para convertirse en un medio a través del cual se inscriben los significados personales, históricos y culturales que dan forma a la percepción.


El tratamiento de la luz en la obra de Rivera también se acerca al concepto de memoria visual. La luz, al igual que la memoria, no es fija; cambia, se transforma, muta y, en algunos casos, casi se disuelve en la abstracción. A través de sus imágenes, el espectador es invitado a reconocer las múltiples capas de significado y la construcción del sentido que subyacen en cada obra. De este modo, la fotografía se convierte en un espacio de reflexión y de reconfiguración constante de lo que vemos y lo que entendemos. En este sentido, su trabajo no solo responde a las expectativas del espectador, sino que también las desafía, proponiendo una nueva forma de mirar y de comprender la luz como un elemento fluido, mutable y, por ende, profundamente subjetivo.


El diálogo que se establece entre los modos de ver de Berger y la obra de Ricardo Rivera plantea que la mirada no es un acto pasivo de recepción, sino un proceso activo de interpretación, mediado por el contexto social y cultural; por tanto, las imágenes no existen de manera aislada, sino que están imbricadas en sistemas de poder, ideología y representación, y su interpretación está siempre en relación con las estructuras históricas que las configuran.


En este sentido la obra de Ricardo Rivera, al igual que la crítica de John Berger, pone en evidencia que la percepción artística no es un proceso pasivo ni objetivo, sino una interacción activa entre el espectador y la obra, donde el tiempo, la luz y la memoria juegan un papel esencial en la construcción del sentido. La obra de Rivera se configura como un juego de luces y sombras, donde el espectador es invitado a “seguir el curso al sol”, se adentra en la complejidad de las capas de significado que surgen de la interacción entre la luz, el cuerpo, la historia y la cultura.








ANGEL RIVERA: ARS / Gallery / Arte San Ramón" / The gaze, beyond the precise moment"


Ángel Ricardo Rivera says in his own words that in his photographs he "follows the course of the sun," establishing a connection with the Impressionist artist's gaze, seeking to capture the ephemeral essence of light, portraying, in his case, things beyond the precise moment.


  OCA|News     Angel Ricardo Rivera / ARSGallery / Agosto 28, 2025 / Nacional




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His focus on organic and fragmented forms moves away from the fixed and static representation of reality, in favor of a dynamic vision that reflects the constant fluidity of the environment. This treatment of form and light brings him closer to the critique of objectivity in art by John Berger, a British artist and art critic who has influenced his work and artistic thought. He suggests that perception is a subjective process, influenced by the viewer's position in relation to the object.


An analysis of Ricardo Rivera's work from the perspective of Berger's ways of seeing reveals a fascination with the exploration of light, perception, and subjectivity, both in Ricardo's work and in the British theorist's visual criticism. Rivera's words implicitly declare that his interest not only involves a literal tracking of the sun's movement, but also suggests a reflection on the dynamics and transience of light, an element that, in his work, becomes a vehicle for knowledge, memory, and identity. This is based on Berguer's profound reflection on how visual perception is intrinsically linked to social, cultural, and historical factors, and how these factors influence the interpretation of art beyond mere formal perception, given that the act of seeing is not simply an objective experience but a process steeped in subjectivity, in which the contexts of power, ideology, and culture play a fundamental role in the construction of meaning. One of the key points of his analysis is the critique of the traditional conception of the "visual object" as an autonomous and immutable reality, independent of the viewer. Therefore, what the viewer sees is not a neutral reflection of reality, but the result of a complex web of social and cultural influences.


In relation to this mode of perception, the viewer's gaze is impacted by the particular way in which Rivera presents, for example, his "Mona Lisa." This is a transgressive and subverted perspective, where the body and culture intertwine in a complex and sometimes challenging way. It's just as challenging and challenging as studying the light in an iconic work of universal art, from an era where light is fundamental to the construction of the image. Therefore, in Rivera's works, the viewer consciously appreciates the multiple layers of meaning and the construction of sense in the work of art. And, by "following the course of the sun," he reflects light, history, identity, and fragmented memory; issues that are always present in his works, but which, like light, are not static, mutating, in some cases almost reaching abstraction.


Rivera's reference to the Mona Lisa, one of the most iconic works of Western art, is significant not only for its challenge to the classical representation of the human figure, but also for the way it underscores the intersections between the body, culture, and memory. Rivera's gaze toward this historical icon underscores his constant reflection on the relationships between the visible and the invisible, the present and the absent. In his works, light does not merely illuminate; on the contrary, it becomes a force that fragments and reveals, that dissolves forms to offer a more complex, more nuanced vision of reality. His work is characterized by an organic and fragmented treatment of forms, which departs from the static and fixed representation of reality traditionally understood in classical art. In this sense, his approach resonates with Berger's critiques of objectivity in art, suggesting that visual perception is not a universal and immutable truth, but rather a subjective experience determined by the viewer's interaction with the work. Light, in this context, ceases to be a simple physical phenomenon and becomes a medium through which personal, historical, and cultural meanings are inscribed, shaping perception.


The treatment of light in Rivera's work also touches on the concept of visual memory. Light, like memory, is not fixed; it changes, transforms, mutates, and, in some cases, almost dissolves into abstraction. Through her images, the viewer is invited to recognize the multiple layers of meaning and the construction of sense that underlie each work. In this way, photography becomes a space for reflection and constant reconfiguration of what we see and what we understand. In this sense, her work not only responds to the viewer's expectations, but also challenges them.

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