OCA|News / JOSÉ RINCÓN MORA / Diciembre 31,2021 / Santo Domingo, RD.
José Rincón Mora (1939-2016), nació en la ciudad de Cotuí, capital de la provincia Sánchez Ramírez en la región del Cibao en República Dominicana.
"Estoy cansado, pero es un cansancio quizás provocado por el silencio... viví demasiado tiempo en Alemania, pasé más de 40 años de silencio. Pero entonces, cuando regreso a mi país noto que tengo que recurrir al mismo silencio. Traté de envolverme aquí entre mi gente y veo que tengo problemas de entendimiento..."
A sus 73 años, José Rincón Mora es un pintor asombrosamente joven. En los años 70 del siglo pasado, él ya hacía lo que algunos artistas jóvenes presentan hoy como innovaciones. Tim Burton se sorprendería al ver que su "novia cadáver" o cualquiera de las criaturas de su película Beetlejuice estaban ya inventadas por Rincón Mora en esa década tan creativa de este pintor dominicano. Sus "muñecas" son tan actuales que cabe preguntarse si es que el arte de los últimos 50 años se repite porque todo está inventado o es que este inclasificable artista es fundamentalmente atemporal. Dominicano y joven, hemos empezado diciendo. Y sin embargo Rincón Mora se sintió fuera de sus dos patrias, República Dominicana y Alemania... y cansado: "Estoy cansado, pero es un cansancio quizás provocado por el silencio... viví demasiado tiempo en Alemania, pasé más de 40 años de silencio. Pero entonces, cuando regreso a mi país noto que tengo que recurrir al mismo silencio. Traté de envolverme aquí entre mi gente y veo que tengo problemas de entendimiento..." Dominicano en Alemania y alemán en Dominicana. La soledad del que no se siente absolutamente aceptado, del que no identifica como propias las características nacionales de ninguna de sus dos patrias, en su caso se resolvió con una creatividad artística incuestionable.
¿Puede enmarcarse su arte en un movimiento artístico determinado? Ahí Rincón Mora ríe: " en el que usted quiera..." Se le ha calificado de expresionista, neo expresionista, pintor metafísico... Entre el tenebrismo de algunas de sus obras, y el tranquilo optimismo de sus retratos, pasando por la soltura y curiosidad que reflejan sus copias de los grandes maestros.Un artista cuyas creaciones han evolucionado acompañando sin concesiones su trayectoria vital. El espectador, de una manera u otra siente ante sus lienzos una inquietud personal. Sus cuadros tienen esa virtud, don de los grandes artistas, de despertar más preguntas que respuestas. Es más fácil que el espectador ante un lienzo de Rincón Mora piense en su propia religiosidad que en la del autor del cuadro que contempla "Mi arte es feo", sentencia con el rostro serio y los ojos sonrientes. Feo porque "me sale así." Feo en el sentido más directo: "no es decorativo, y no sé por qué es así. No puedo hacer otra cosa." Inevitable.
El color, su paleta en general, en lugar de ser decorativamente "bello" parece ampuloso; un dibujo grueso y de mano dura, firme y hecho directamente con el pincel, para que el producto final tenga diversos planos de interpretación.
¿Qué queda de aquel joven que pintó El Monaguillo, una de sus primeras obras conocidas ? "Pasó que me fui y eso es algo que todos los pintores jóvenes deben hacer, deben marcharse de aquí para poder desarrollar su talento sin trabas, para poder ser libres."
Marcharse para volver, marcharse para entenderse, marcharse para hacerse artista, para encontrar la libertad, para romper la cadena de la insularidad, marcharse para saberse solo. Siempre y en todas partes.
Cuando comenzó ese viaje que es su vida, becado por Alemania, Rincón Mora ya era arquitecto, ya había sido alumno de Jaime Colson, ya había recibido la educación de curas españoles que lo conectan de alguna manera a la cultura europea... ya era muchos.
Arquitecto, vitralista, pintor... una visión de la vida más mediterránea que tropical, más europea que americana y sin embargo esencialmente dominicano, aunque él no lo sienta así: "no, no, no... No tenemos una identidad dominicana, eso no existe. Somos una isla siempre zarandeados por lo que viene de fuera, por la resistencia a aceptarnos."
Cansado, apátrida, y sin embargo intenso. Él, vitralista de iglesias y catedrales, hombre en un tiempo profundamente religioso, seguro en su contacto con ángeles, reconoce hoy una crisis espiritual que sin embargo no le enfrenta a la muerte: "siempre he sentido muy cercana la muerte, desde ese sonido de campanas que se oían en los pueblos. Creo que cuando me muera, en la caja, todavía estaré creando".
Y con esa sola frase, desmiente su cansancio creativo, desmiente su descreimiento religioso, desmiente su tristeza.
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