Por: Gamal Michelén Stefan (miembro ADCA-AICA)
En un sentido final, una pintura es una construcción armónica de líneas, manchas y luz, la primera aporta un sentido de dirección, la segunda de equilibrio y la tercera es una correlación de mayor o menor luminosidad en la fecunda variedad de los tonos. Así como Whitman hiciera una apología de una hoja de hierba comparando su dignidad con la de un astro y llamándola el niño de la creación, el punto es la criatura esencial del universo gráfico y su continuidad es esa línea que arma la estructura de una obra de arte para realizar eso que llamamos dibujo. Esta segunda edición de “El Dibujo en Colecciones Dominicanas” es relevante por ser un reconocimiento a la obra de esos maestros que haciendo una leyenda de sus existencias nos dejaron un legado en la historia de nuestras artes visuales, los organizadores, Eric Genao, Rosalba Hernández y Alonso Cuevas, así como el Ministerio de Cultura y la Fundación Ceballos Estrella, nos conceden en esta edición un afortunado préstamo a la mirada, así como un acto de justicia respecto de esos hacedores de arte.
En un contexto no discriminatorio de las disciplinas diversas que conforman las artes visuales, apreciamos sobremanera que se destaquen los escultores y ceramistas, como es el caso de Antonio Prats Ventós, que además de idealizar a nuestras negras y mulatas que aparecían exóticas con sus turbantes y ojos almendrados para hacer del arte una expresión de nuestra identidad, nos presentó una pródiga y variada producción escultórica que podía transmigrar desde sus meninas hasta la abstracción. Luichy Martínez Richiez con su sensual visión de la línea que se manifiesta en sus trabajos de talla sobre madera, Domingo Liz, cuya obra escultórica y su dibujo sobre papel resulta tan enigmática que, a veces, nos impide discernir la barrera que divide lo lúdico de la ironía y Gaspar Mario Cruz que nos inserta en su mundo mágico plagado de mitos trabajando la madera con gran destreza.
Esta muestra sobre el dibujo en su segunda edición destaca también la obra de Manolo Pascual, diestro con la madera, el metal, la terracota y el yeso, quien hizo escuela y trabajó en la formación académica de muchos artistas, mostrando una habilidad extraordinaria para representar el movimiento como lo percibimos en el galgo que exhibe el Museo Bellapart, siendo nuestro primer director de Bellas Artes en 1942, década ésta en que surge el movimiento literario “La Poesía Sorprendida” con figuras como Domingo Moreno Jimenez, Mariano Lebrón Saviñón, Franklin Mieses Burgos y Aída Cartagena Portalatín. Es en este tiempo cuando arriba al país nuestro principal muralista, José Vela Zanetti, con su visión tridimensional del dibujo, siendo el obrero y el hombre de campo un tema recurrente y pretexto idóneo para representar la musculatura en todas sus dimensiones.
El final de la década de los sesenta, época trascendental y revolucionaria, queda representada en la figura de un Thimo Pimentel que se transmuta en el relevo de la obra de Paul Giudicelli con sus trabajos en cerámica en el Grupo Proyecta.
Definitivamente, apreciamos esta nueva edición celebramos esta alternativa tan afortunada que apoya el dibujo, recordándonos la contundencia sígnica de la línea. Solo nos resta a nosotros ser edificados con esta inteligente selección para apreciar este patrimonio que se expresa en esos maestros que desarrollaron con ingenio y destreza el arte de hacer arte.
The Drawing in Dominican Collections or The Synchronicity of the Line.
By: Gamal Michelén Stefan (member ADCA-AICA)
In a final sense, a painting is a harmonic construction of lines, spots and light, the first one provides a sense of direction, the second one of balance and the third is a correlation of greater or lesser luminosity in the fertile variety of tones. Just as Whitman made an apology for a blade of grass comparing its dignity with that of a star and calling it the child of creation, the point is the essential creature of the graphic universe and its continuity is that line that structures the structure of a work of art. art to do what we call drawing. This second edition of "The Drawing in Dominican Collections" is relevant because it is a recognition of the work of those masters who, by making a legend of their existences, left us a legacy in the history of our visual arts, the organizers, Eric Genao, Rosalba Hernández and Alonso Cuevas, as well as the Ministry of Culture and the Ceballos Estrella Foundation, grant us in this edition a lucky loan to the eye, as well as an act of justice with respect to those art makers.
In a non-discriminatory context of the diverse disciplines that make up the visual arts, we greatly appreciate that sculptors and potters stand out, as is the case of Antonio Prats Ventós, who in addition to idealizing our black and mulatto women who appeared exotic with their turbans and almond eyes to make art an expression of our identity, he presented us with a prodigal and varied sculptural production that could transmigrate from his meninas to abstraction. Luichy Martínez Richiez with his sensual vision of the line that is manifested in his work on wood carving, Domingo Liz, whose sculptural work and drawing on paper is so enigmatic that, at times, it prevents us from discerning the barrier that divides the playfulness of the irony and Gaspar Mario Cruz that inserts us into his magical world full of myths working wood with great skill.
This sample on the drawing in its second edition also highlights the work of Manolo Pascual, skilled with wood, metal, terracotta and plaster, who did school and worked in the academic training of many artists, showing an extraordinary ability to represent the movement as we perceive it in the greyhound exhibited by the Bellapart Museum, being our first director of Fine Arts in 1942, decade in which the literary movement "La Poesía Sorprendida" emerged with figures such as Domingo Moreno Jimenez, Mariano Lebrón Saviñón, Franklin Mieses Burgos and Aída Cartagena Portalatín. It is at this time when our main muralist, José Vela Zanetti, arrives to the country with his three-dimensional vision of drawing, being the worker and the man of the field a recurring theme and ideal pretext to represent the musculature in all its dimensions.
The end of the sixties, a transcendental and revolutionary era, is represented in the figure of a Thimo Pimentel that is transmuted in the relay of the work of Paul Giudicelli with his works in ceramics in the Proyecta Group.
Definitely, we appreciate this new edition we celebrate this fortunate alternative that supports the drawing, reminding us of the signal strength of the line. It only remains for us to be built with this intelligent selection to appreciate this heritage that is expressed in those teachers who developed with ingenuity and skill the art of making art.
