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• Lupo Hernández Rueda

Pi Ezequiel Taveras / Centro Cultural de España / Zona Colonial


Yo busco mi contorno dormido.

Yo enciendo lámparas calladas con mi paso perpetuo.

Pero al final me quedo en el principio.

En ciertos artistas, crear es un ejercicio marcado por la obsesión. A veces, evidencia una relación no satisfecha entre la necesidad de expresión y la manera en que el ritmo de producción y las oportunidades para sacarla a la luz se convierten en vía eficaz para suplirla. Está siempre ese poquito más que hace del persistir una constante.

Precisamente, un poquito más aparece en las primeras respuestas a una pregunta matemática: ¿cuántas veces entra el diámetro en la longitud de una circunferencia? Tres veces, se dijeron los primeros, tres veces y un poquito más; y ahí empieza una búsqueda que se extiende por siglos y aún no termina. Es que un poquito más no es un dato preciso. A la tarea de encontrar la cifra indicada se dedicaron los matemáticos babilonios, los fenicios, los griegos, los romanos e incluso los judíos han registrado en el Antiguo Testamento su versión. El número PI apareció para quedarse y, con él, los empecinamientos que genera. Aun con toda la tecnología de nuestros días, no logramos establecer las cifras totales de sus decimales. 3.141592 son apenas el inicio de un infinito. Trasciende como un número que pareciera tener vida propia, que se manifiesta en todos lados y no posee un patrón que domine su desarrollo. Tal como las obsesiones de una vida entera dedicada al arte, la de Ezequiel Taveras.

Tres cuestiones se evidencian en el cuerpo de obras que hoy se emplaza en las salas del Centro Cultural de España. Primero, Ezequiel revela un interés peculiar en la religiosidad popular dominicana y caribeña. Las estrategias utilizadas para resolver el sincretismo de estas manifestaciones le sirven de guiño para, como si develaran un contexto en el que suceden a la par, poner de relieve realidades propias de una exclusión programada y denunciar los desmanes del poder.

Un segundo elemento señala el acercamiento del artista a historias personales contenidas en la poesía de mujeres que crean con la delicadeza que solo poseen las que conocen a profundidad el alma caribeña. Son retratos con la gestualidad de quienes cuentan mil historias con solo mirar de frente. Lo tercero, un grito que se alza como la pared donde se emplaza (la más alta de la sala Prats Ventós), es una obra de carácter político que produce reflexiones sobre la isla y su frontera. ¿Laten distintos dos corazones con heridas similares solo por estar a un lado y a otro? Pareciera ser la pregunta que hace, mientras construye y ofrece un imaginario de vinculaciones posibles.

Esas tres cuestiones, como las tres veces que cabe el diámetro de una circunferencia en su perímetro, se enlazan para generar conversaciones que se enriquecen con otras sugerencias puntuales, ese un poquito más que nuestro artista despliega tal como aquel del número Pi: infinitas posibilidades dialógicas que habitan con fuerza su espacio en la escena. Desde el homenaje, oportuno y muy personal, que hace al desaparecido artista dominicano Angelo Valenzuela, hasta las elucubraciones que se desprenden de sus obras donde el círculo, una constante en toda su labor creativa, tiene la presencia premonitoria de todas las indagaciones futuras a las que se puede abocar una mente sensible.

Los versos de Lupo Hernández Rueda en su poema “Círculo”, epígrafe inicial de este texto, son atinado fundamento para empezar a entender y para celebrar, junto a ese entendimiento, la carrera de un artista que busca, y se busca aún, por las veredas de un andar rotundamente atento y enigmático como el mismo número que da nombre a esta muestra. Tal empeño e indagar profundo, una voluntad inquebrantable de encontrar respuestas, es justo la invitación para vislumbrar un camino que se enciende a cada paso.

Luis Graham Castillo

 

In certain artists, creating is an exercise marked by obsession. Sometimes, it shows an unsatisfied relationship between the need for expression and the way in which the pace of production and the opportunities to bring it to light become an effective way to supply it. There is always that little more that makes a constant persist. Precisely, a little more appears in the first answers to a mathematical question: how many times does the diameter enter the length of a circle? Three times, the first ones were said, three times and a little more; and there begins a search that extends for centuries and is not yet over. Is that a little more is not accurate. The Babylonian mathematicians, the Phoenicians, the Greeks, the Romans and even the Jews have recorded their version in the Old Testament to find the right figure. The PI number appeared to stay and, with it, the stubbornness it generates. Even with all the technology of our day, we fail to establish the total figures of its decimals. 3.141592 are just the beginning of an infinity. It transcends as a number that seems to have a life of its own, which manifests itself everywhere and does not have a pattern that dominates its development. Just like the obsessions of a whole life dedicated to art, that of Ezequiel Taveras.

Three issues are evident in the body of works that is now located in the halls of the Cultural Center of Spain. First, Ezekiel reveals a peculiar interest in Dominican and Caribbean popular religiosity. The strategies used to solve the syncretism of these manifestations serve as a wink to, as if revealing a context in which they happen at the same time, highlight realities of a programmed exclusion and denounce the power shortages. A second element points to the artist's approach to personal stories contained in the poetry of women who create with the delicacy that only those who know in depth the Caribbean soul possess. They are portraits with the gestures of those who tell a thousand stories just by looking straight ahead. The third, a shout that rises like the wall where it is located (the highest in the Prats Ventós room), is a work of a political nature that produces reflections on the island and its border. Do two different hearts beat with similar wounds just for being on one side and another? It seems to be the question he asks, while building and offering an imaginary of possible links. These three issues, such as the three times that the diameter of a circle fits in its perimeter, are linked to generate conversations that are enriched with other specific suggestions, that a little more than our artist displays such as that of the number Pi: ​​infinite dialogical possibilities who inhabit their space on the scene strongly. From the tribute, timely and very personal, that makes the missing Dominican artist Angelo Valenzuela, to the elucidations that emerge from his works where the circle, a constant in all his creative work, has the premonitory presence of all future inquiries to that a sensitive mind can be advocated. The verses of Lupo Hernández Rueda in his poem "Circle", initial epigraph of this text, are well founded to begin to understand and to celebrate, along with that understanding, the career of an artist who seeks, and is still sought, by the paths of a flatly attentive and enigmatic walk as the same number that gives name to this sample. Such commitment and deep inquiry, an unwavering will to find answers, is just the invitation to glimpse a path that goes on at every step. Luis Graham Castillo

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