Por: Marianne de Tolentino
Oriundo de Puerto Plata y de una familia arraigada en las artes y la cultura, Jorge Severino afirmó su vocación no solamente por dibujos y experimentos precoces, sino también en etapas emergentes por retratos tan modestos como numerosos, ya anticipando su dedicación a la figura humana. Muy importante es notar que sus primeras obras profesionales se situaban en un contexto criollo y humilde, con una presencia femenina dominante. Dibujo y pintura no descartan materia y materiales populares, rústicos aunque, al filo de años y éxitos, se sublimara en las obras más personales, refinadas y sofisticadas de la plástica dominicana.
Desde la juventud, la pintura de Jorge Severino se caracteriza por un acceso fácil y una lectura placentera. Sujetos y objetos son de reconocimiento evidente: una modernidad sin ultranza, fundamentalmente figurativa y asociada a un tema, se adscribe al realismo, se desvincula de las vanguardias, se distancia aún del expresionismo, entonces preponderante en el arte dominicano.
De hecho, su período decisivo se ubica entre dos épocas de las artes plásticas nacionales, la militancia del retorno a la democracia, culminando en la revolución constitucionalista, y una ruptura inminente en busca del arte contemporáneo.
La obra de Jorge se sitúa pues en fechas históricas claves, empezando después del 1965, e imponiéndose ya en los 70, con un despegue espectacular y un ascenso jamás interrumpido.
Si nos detenemos mirando e iniciamos una reflexión, el asunto se complica. De esa pintura deleitable, se desprende cierta ambigüedad acerca de las intenciones del artista y la naturaleza de su obra. Es obvio que la apreciación debe sobrepasar la seducción aparente e indagar en profundidad lo expresado en la tela o en el papel.
Surgen múltiples lecturas, estamos frente a una “obra abierta”, y el propio artista, cuando le entrevistamos, puntualizó: que a su obra le correspondía absolutamente esa definición de Umberto Eco.
A primera vista inofensivo y apacible, el mundo de Jorge Severino encubre firmeza y fortaleza interior: esos valores se han ido enriqueciendo en varios niveles y proponiendo connotaciones al paso del tiempo y de la evolución de su pintura. Aquí late el drama existencial, social e íntimo. Luego, un ideario, una tensión política aun, van recorriendo la obra: manifiesto, denuncia, reivindicación. La obra en torno al suceso trágico de Amantina Villalona es tal vez su máxima expresión.
Desde sus inicios, él ha privilegiado el tema de la mujer, que casi se convierte en alegoría de la sociedad; en el ámbito “Severiano” caben muy pocos hombres simples mortales… Ahora bien, no se trata de la criatura hermosa y sensual a pesar de su caudal de seducción, tal interpretación sería reductora y parcial.
Sí, no hay ira, ni tampoco violencia de género, sin embargo, no falta la parte ideológica. Jorge expresa la revuelta, concerniente a la discriminación de los seres humanos, todavía en épocas recientes, y tal vez, con un repunte hoy en día. El racismo, aunque se disimule con argumentos jurídicos y legales, no ha muerto, lo “no-dicho se siente”. Las heroínas de Jorge Severino han cobrado una nueva actualidad: todo gran artista, lo quiera o no, es un visionario.
La fruición de mirar un cuadro pulcro y perfecto aquí no basta para compenetrarse con la intensidad y las intenciones de la pintura. Se trata de una formulación antillana, única en el arte dominicano, y la que más identifica al artista. Hasta la consideramos casi una identificación excesiva, pues la obra de Jorge Severino es plural, en temas, compromisos y juegos. Su despliegue creativo incluye la historia con Juana la Loca, arquetipos de la publicidad y super heroicidad, “pop art”, “comics”, en fin, no tenemos una buena traducción- y más mitos.
Hay una visión estética, decorativa y fascinante – cuando él se apropia de Munch o de Toulouse-Lautrec-, y simultáneamente advertimos un paradigma racial, mayormente femenino, real-simbólico. Ahora bien, los títulos incitan a percibir otra dimensión, la de un autorretrato y un mestizaje que el artista tiene a orgullo. Son sus familiares imaginarios, morenas tías y primas, cuyo donaire sugiere orígenes aristocráticos, y esta resonancia autobiográfica, ese desquite pictórico ante menosprecios y prejuicios, ha suscitado numerosos comentarios.
Otro encauzamiento importante concierne a la iconografía religiosa y el sincretismo dominicano entre catolicismo y vudú. Cuando Jorge Severino estuvo retratando a su manera a Santa Marta la Dominadora y construyendo su altar –primera instalación dominicana, además exhibida internacionalmente-, luego cuando pintó las Novias para Ogún, él se refiere a la “religión subterránea que tenemos nosotros aparejada con la católica” -son sus propias palabras-.
Jorge, pues, asigna y distribuye papeles, de realidad fe y ficción, a sus protagonistas… Una suerte de presentación teatral, la disposición frontal cual una representación escénica, las hacen protagonistas estelares, dentro del espacio a la vez abierto y cerrado de la tela, como lo es el escenario de un teatro. Además, este dramaturgo visual muestra heroínas en situaciones que necesitan una descodificación por nuestro afán de interpretación subjetiva, ¿Cuándo talvez el artista, sencillamente, pretende divertirse o manifestar una apropiación estética?
Hay una tendencia a percibir su pintura como obra-laboratorio, entre investigación, experimentación y estilización, que Jorge lleva a otros cuadros de la secuencia temática en curso, mientras el espectador se siente maravillado y, ojalá, desconcertado. Una virtuosidad formal digna del clasicismo, un oficio minucioso e inspirado dan la impresión de un homenaje repetido a los atractivos femeninos, dotados de una sensualidad discreta, retadores, aunque ajenos a la provocación y a un erotismo crudo.
En síntesis, a partir de cuerpo y atuendos de la mujer, de su doble como muñeca, maniquí o modelo, Jorge Severino evoca la complejidad de las relaciones humanas. La ambivalencia se instala: una composición equilibrada y armoniosa puede enmascarar el infortunio y el desasosiego intenso que embarga a la sociedad.
Jorge, painting and drawing where the female presence assumes the main role
Originally from Puerto Plata and from a family rooted in the arts and culture, Jorge Severino affirmed his vocation not only for early drawings and experiments, but also in emerging stages for portraits as modest as they are numerous, and anticipating his dedication to the human figure. It is very important to note that his first professional works were placed in a humble and Creole context, with a dominant female presence. Drawing and painting do not rule out popular, rustic material and materials although, at the edge of years and successes, it was sublimated in the most personal, refined and sophisticated works of Dominican plastic art. Since his youth, Jorge Severino's painting is characterized by easy access and a pleasant reading. Subjects and objects are of obvious recognition: a modernity without shame, fundamentally figurative and associated with a theme, ascribes itself to realism, dissociates itself from the avant-garde, still distances itself from expressionism, then predominant in Dominican art. In fact, its decisive period is located between two epochs of the national plastic arts, the militancy of the return to democracy, culminating in the constitutionalist revolution, and an imminent break in search of contemporary art. Jorge's work is therefore situated on key historical dates, beginning after 1965, and imposing itself in the 70s, with a spectacular takeoff and an ascent never interrupted. If we stop looking and start a reflection, the matter becomes complicated. From that delightful painting, a certain ambiguity emerges about the artist's intentions and the nature of his work. It is obvious that the appreciation must surpass the apparent seduction and investigate in depth what is expressed on the canvas or on the paper. Multiple readings arise, we are in front of an “open work”, and the artist himself, when we interviewed him, pointed out: that his definition of Umberto Eco absolutely corresponded to his work. At first glance harmless and peaceful, Jorge Severino's world conceals firmness and inner strength: these values have been enriched at various levels and have connotations over time and the evolution of his painting. Here beats the existential, social and intimate drama. Then, an ideology, a political tension even, they run through the work: manifesto, complaint, claim. The work around the tragic event of Amantina Villalona is perhaps its highest expression. Since its inception, he has privileged the theme of women, which almost becomes an allegory of society; in the "Severian" field there are very few simple mortal men ... Now, it is not about the beautiful and sensual creature despite its seductive flow, such an interpretation would be reductive and partial. Yes, there is no anger, nor gender violence, however, the ideological part is not missing. Jorge expresses the revolt, concerning discrimination against human beings, still in recent times, and perhaps, with a rebound today. Racism, although it is disguised with legal and legal arguments, is not dead, the "unsaid feels". The heroines of Jorge Severino have taken on a new topicality: every great artist, whether he wants it or not, is a visionary. The enjoyment of looking at a neat and perfect painting here is not enough to empathize with the intensity and intentions of the painting. It is an Antillean formulation, unique in Dominican art, and the one that most identifies the artist. We even consider it almost an excessive identification, since Jorge Severino's work is plural, in themes, commitments and games. Her creative display includes the story with Juana la Loca, archetypes of advertising and super heroism, "pop art", "comics", in short, we do not have a good translation - and more myths. There is an aesthetic, decorative and fascinating vision - when he appropriates Munch or Toulouse-Lautrec-, and simultaneously we notice a racial paradigm, mostly feminine, real-symbolic. Now, the titles incite to perceive another dimension, that of a self-portrait and miscegenation that the artist is proud of. They are his imaginary relatives, dark-haired aunts and cousins, whose gift suggests aristocratic origins, and this autobiographical resonance, that pictorial revenge in the face of contempt and prejudice, has elicited numerous comments. Another important channeling concerns religious iconography and Dominican syncretism between Catholicism and voodoo. When Jorge Severino was portraying Santa Marta the Dominadora in his own way and building his altar –first Dominican installation, also exhibited internationally-, then when he painted Las Novias for Ogún, he refers to the “underground religion that we have paired with the Catholic "Are his own words. Jorge, therefore, assigns and distributes roles, of reality, faith and fiction, to its protagonists ... A kind of theatrical presentation, the frontal arrangement as a scenic representation, they make them stellar protagonists, within the space both open and closed of the canvas. , as it is the stage of a theater. Furthermore, this visual playwright shows heroines in situations that need a decoding due to our desire for subjective interpretation. When, perhaps, is the artist simply trying to have fun or manifest an aesthetic appropriation? There is a tendency to perceive his painting as a laboratory work, between research, experimentation and stylization, which Jorge takes to other paintings in the current thematic sequence, while the viewer feels amazed and, hopefully, bewildered. A formal virtuosity worthy of classicism, a meticulous and inspired trade give the impression of a repeated homage to feminine attractions, endowed with a discreet sensuality, challenging, although alien to provocation and crude eroticism. In short, from the body and clothing of the woman, from her double as a doll, mannequin or model, Jorge Severino evokes the complexity of human relationships. Ambivalence sets in: a balanced and harmonious composition can mask the misfortune and intense unease that overwhelms society.
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